La Universidad de Burgos ha celebrado la III edición del Curso de Verano “Ciencia, pseudociencia y pensamiento mágico”, dirigido por el periodista Luis Alfonso Gámez, defensor del escepticismo científico.
Durante tres días este curso se ha centrado en exponer el pensamiento mágico y en reconocer las diferencias entre ciencia y pseudociencia. En esta ocasión los expertos invitados han hablado de economía, egiptología, platillos volantes, física, el movimiento escéptico, nutrición, homeopatía, salud y, como es habitual en un coloquio al final de cada jornada, de cómo protegernos de los engaños.
Los ponentes han sido José Luis Ferreira, economista, Mara Castillo Mallén, especialista en el Egipto faraónico, Luis Alfonso Gámez, autor del blog “Magonia”, Joaquín Sevilla, físico, Manuel F. Herrador, ingeniero, Juan Revenga, dietista-nutricionista, Suso Fernández, farmacéutico, y Guillermo Quindós, microbiólogo médico.
Luis Alfonso Gámez resume, en una entrevista con la Unidad de Cultura Científica e Innovación de la Universidad de Burgos, la temática del curso y qué podemos hacer para no ser engañados con pseudociencias y pensamiento mágico.
¿Qué temas se han tratado en el curso?
En el curso se ha hablado de diferentes parcelas del conocimiento que permea la pseudociencia. En realidad, las permea todas, el pensamiento mágico afecta a todas. Pero este año, por ejemplo, hemos hablado de la historia, con la egiptología, de la economía… Y se ha hecho un especial hincapié en todo lo que tiene que ver con las ciencias de la salud, la nutrición, la medicina, y la farmacia, y cómo el conocimiento erróneo, el falso conocimiento, nos puede llevar a tomar actitudes que, en esos casos de las ciencias de la salud, pueden tener repercusiones en nuestro organismo y no precisamente buenas.
¿Qué ideas han salido que pueda tener en cuenta el ciudadano para no ser engañado?
Lo primero, ser consciente de que a todos, a todos, nos pueden engañar. Y que tú puedes ser muy, muy inteligente, puedes tener un doctorado en lo que sea y ser un genio, y te pueden engañar. Eso es algo en lo que han coincidido prácticamente todos los ponentes, porque uno puede saber mucho de economía, o puede saber mucho de física y le pueden engañar en una disciplina que no tenga nada que ver con su conocimiento, porque puede fiarse de algo que aparentemente se viste de ciencia. Entonces, una de las cosas que siempre hay que hacer cuando alguien hace una afirmación extraordinaria, sea que tomar cerveza, por ejemplo, adelgaza, o sea que que te hagan unos pases de manos te puede curar una enfermedad, es preguntar siempre dónde están las pruebas. Pero esa pregunta debería extenderse a toda nuestra intimidad ciudadana. Cuando un político nos dice que es posible bajar los impuestos e incrementar los ingresos, o que es posible, sin subir los impuestos, dar una renta universal, de repente deberíamos preguntarnos, a ver, dónde están los números y las pruebas que sustentan esa afirmación. Por desgracia no lo hacemos, porque nos confiamos, y todos deberíamos. Parece que es de ser maleducado el decir a alguien: “Mire, es que tal cosa cura otra”, y no preguntas “¿Dónde están las pruebas?”, porque parece que no te estás fiando. No, ¡pregunta! Siempre hay que preguntar dónde están las cosas. Y hay que ser consciente de esas dos cosas. De que a todos, absolutamente a todos nos pueden engañar. Al escéptico más escéptico le pueden engañar y de que siempre tenemos derecho y hasta la obligación de pedir las pruebas.
Hay creencias que pueden tener efectos más dañinos que otras, ¿qué nos dice la ciencia respecto a cuestiones como la nutrición y las terapias alternativas?
Lo que pasa con esas disciplinas es que afectan a nuestra salud y por eso es más grave. Es menos grave creer en los platillos volantes, a priori, aunque luego hay gente que se suicida. No sé lo que nos dicen, pero sí que sé que en los últimos años tenemos que estar muy contentos porque los escépticos no estamos para ser cómodos, estamos para ser incómodos. Y para ser, digamos, el tipo al que miran raro porque va contracorriente. Entonces, durante muchos años ha habido escépticos, amigos míos muchos de ellos, que se han fijado en cosas que se dicen sobre pseudoterapias, o promociones de tratamientos nutricionales, o tipos de dietas exóticas… Y de unos años a esta parte, por fortuna, ha tomado, digamos, la bandera de luchar contra esas cosas un grupo, cierto que muy reducido, de nutricionistas y expertos en nutrición, como Juan Revenga y otros, Julio Basulto, por ejemplo, que estuvo hace dos años aquí; de médicos, como Vicente Baos; de farmacéuticos, como Suso Fernández; es decir, ahora ya los escépticos no somos necesarios, puramente dicho, porque ya hay expertos que hablan de eso. Ya hay expertos que además son escépticos. Y eso nos facilita, a mí me facilita enormemente el trabajo, porque muchas veces nos hemos pasado Fernando Frías y yo, hablando sobre la homeopatía… Fernando lleva aquí 15 años, yo llevo igual 10, pero yo prefiero que lo haga un médico, o un homeópata que tenga todo el conocimiento, y lo hacen, además, mucho mejor. Entonces, va a haber nuevos frentes, y no hay batallas ganadas, ni guerras ganadas. Cuando todo el mundo creía que los amuletos era una cosa como de gente indocumentada, ignorante, atrasada… surgió la power balance, que la llevaban los ejecutivos y hasta los ministros y presidentes del gobierno autonómico. Entonces, no hay ninguna batalla ni guerra que se pueda dar por ganada. Ahora parece que la homeopatía está en retroceso. Parece que lo está, pero, ¿dónde estará la homeopatía dentro de 20 años? ¿Se habrá reinventado a sí misma con otra cosa, como pasó con la power balance, que reinventó la pulsera magnética? La clave es esa, que por fin, la gran ventaja que tenemos ahora es que tenemos a los científicos que saben, es decir: a los médicos hablando de pseudoterapias, a los farmacéuticos hablando de la venta de pseudoterapias en farmacias, a los nutricionistas hablando de nutrición, y a los físicos hablando de radiación y de lo “malas” que son las ondas electromagnéticas, entre comillas, “malas”.
Ese “argumento de autoridad” de los expertos funcionará especialmente bien de cara a la ciudadanía...
Los expertos necesitan dos cosas. Primero, animarse, que no siempre se animan a dar el salto, y luego, yo les entiendo, saber que hay alguien detrás que te pueda apoyar, que no eres tú el único médico que va a pegarse con los quiroprácticos, con los acupuntores… Pero ahora han encontrado, gracias a las redes sociales, los médicos, los farmacéuticos, los físicos, que hay una masa social, aunque pequeñita, hay una masa social de gente que pide que todo se base en pruebas, y que pide que no engañen a la gente, sobre todo en cosas tan graves. Porque es verdad que hay gente con enfermedades, que cree que le afectan los campos electromagnéticos, de la radio, del wifi, y esa gente sufre de verdad. Esa gente merece ser tratada por la medicina y por la psiquiatría y por la psicología de verdad. Pero a esa gente no le curan poniéndole unos cascos o una manta antiwifi.
Si tuvieras un deseo y pudieras erradicar una sola pseudociencia, ¿cuál crees que sería más importante eliminar?
Yo te diría: “la pseudoterapia que tenga más éxito y sea más nociva”. Pero es que no sé cuál es, porque están muy extendidas, pero, por ejemplo, erradicar la homeopatía. Una creencia tan absurda como la homeopatía, porque podría ser la puerta a erradicar otras. Pero en general yo lo que pediría es que la gente fuera desconfiada, y dijera ¿me estás diciendo que eres capaz de levitar o curar con pases de manos? Las pruebas. Ese sería mi deseo. Ya sé que es trampa, porque con ese deseo erradicaría muchas, ¿no? Pero que la gente fuera, entre comillas, más maleducada, y dijera, cuando alguien le dice cualquier cosa, desde ‘me conecto con extraterrestres’ hasta ‘el wifi provoca cáncer’: ¿dónde están las pruebas? Es una pregunta tan sencilla, y con eso arreglaríamos casi todo.