La obra del mes
La finalidad de esta Sección es visibilizar aquellas obras de la colección que poseen alguna característica que las hace especialmente reseñables.
El mundo de los insectos, Antonio de Zulueta. Madrid: Espasa-Calpe, 1932
Publicada en 1922, El mundo de los insectos de Antonio de Zulueta, es un buen ejemplo de una obra comprensible para cualquier lector escrita por un científico de la máxima relevancia y de reconocido prestigio.
Licenciado en Ciencias Naturales, Zulueta destaca desde el comienzo de su carrera, convirtiéndose en referente español de la moderna biología experimental surgida a principios del siglo XX. Entre 1907 y 1910 realizó estancias en la Sorbona y en el Instituto Robert Koch de Berlín.
En el año 1913 ocupa la jefatura del recién creado Laboratorio de Biología del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, donde desarrolló un programa de investigación que contribuyó de forma relevante a la consolidación del evolucionismo en España. En 1921 publica sendas traducciones de El origen de las especies de Charles Darwin y Evolución y Mendelismo (Crítica de la teoría de la evolución), de Thomas Morgan, contribuyendo a la difusión en España de la genética y de la teoría de la evolución. Su traducción de El origen de las especies sigue siendo la más difundida y publicada en los países donde se habla español. Fue la segunda traducción directa al español de la sexta edición inglesa.
En 1925 se convierte en el pionero de la investigación genética en España, al demostrar, en los estudios que realizó con el escarabajo Phytodecta variabilis, que el cromosoma Y tenía genes que se transmitían a la descendencia. Este descubrimiento le permitió entrar en contacto directo con los principales investigadores en genética del momento, como Thomas H. Morgan, Theodosius Dobzhansky o John B. S. Haldane, convirtiéndole en una figura reconocida mundialmente, y siendo su presencia requerida en todos los congresos de genética de la época.
En El mundo de los insectos, Zulueta describe de manera clara y sencilla la anatomía, características, costumbres, comportamientos, de los insectos más comunes y conocidos por la población en general: cucarachas, gusanos de seda, abejas, hormigas, mostrando su admiración por las obras sobre la materia del naturalista francés J.E. Fabre, en las que según él podemos encontrar las descripciones más maravillosas de estos animales, incluyendo como ejemplo un capítulo de la obra Costumbres de los insectos, en el que Fabre reinterpreta la Fábula de la cigarra y la hormiga de La Fontaine.
La sencillez y claridad del texto de Zulueta pudo ser quizás uno de los motivos por los que una obra de un científico de su relevancia y prestigio en la España de la República se incluyó, en mayo de 1934, siendo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Filiberto Villalobos, en el listado de los 86 libros seleccionados para uso de las Escuelas Primarias como una obra aceptada para bibliotecas.
Lamentablemente, la producción bibliográfica de Zulueta es escasa. Al finalizar la Guerra Civil su carrera científica se paraliza al ser depurado por su compromiso y vinculación con la República.
Afiliado a Izquierda Republicana, firmante, junto con otros intelectuales como Ramón Menéndez Pidal o Tomás Navarro Tomás, del manifiesto “Los intelectuales españoles apelan a la conciencia internacional”, que se publicó el 1 de noviembre de 1936 en diversos periódicos, entre ellos en El Socialista de Madrid, miembro distinguido en la difusión de las ideas de Darwin contrarias al pensamiento imperante en la España de postguerra y hermano de Luis de Zulueta, ministro de Estado en el gobierno de Manuel Azaña y embajador en Berlín y la Santa Sede, desde la misma Universidad de Madrid se le acusa de antiespañolidad, inhabilitándosele para ejercer cargos directivos, lo que le impidió volver a desarrollar su labor investigadora en el Laboratorio de Biología del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
El ostracismo continuó hasta su fallecimiento, en el año 1971, y más allá, ya que su necrológica, escrita por su discípulo Fernando Galán Gutiérrez, se publicó en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural en el año 1987, dieciséis años después de su muerte.