La doctoranda Cristina Pérez Arnaiz, del programa Química Avanzada, defiende su tesis doctoral titulada “Interaction with biomolecules and biological activity of metal complexes and silver atomic quantum clusters”. Esta tesis ha sido dirigida por los profesores Begoña García Ruiz y Natalia Busto Vázquez
El cáncer es una de las principales causas de muerte en el mundo y una de nuestras principales armas para su tratamiento es la quimioterapia, que se basa en el empleo de drogas anticancerígenas que pueden detener o, al menos, ralentizar el crecimiento de las células cancerígenas. Muchas de estas drogas inducen daño en el ADN durante su replicación, es decir, cuando la célula genera una copia de su ADN para poder dividirse en dos células hijas, y dicho daño desemboca en la muerte celular. Dado que las células cancerígenas se dividen sin control y para ello necesitan replicar su ADN, estas drogas son capaces de inducir su muerte. Sin embargo, el problema de estos tratamientos es que las células sanas se ven igualmente afectadas cuando proceden a su normal división. Esta es la causa de la toxicidad y los severos efectos secundarios de los tratamientos quimioterapéuticos de los que todos hemos oído hablar, y por ello la comunidad científica está investigando formas de incrementar la selectividad de los agentes anticancerígenos.
En esta tesis se tratan algunas de esas vías de investigación basadas en la búsqueda de fármacos que no actúen a través de un daño indiscriminado al ADN. Por una parte, esto podría conseguirse a través del reconocimiento de las cuádruples hélices de ADN, también conocidas como G-cuádruplex. Las G-cuádruplex se forman en regiones específicas del ADN con gran interés terapéutico. Por ello en este trabajo se ha estudiado tanto el mecanismo de formación de estas estructuras como su interacción con nuevas drogas que pudieran reconocerlas de forma específica, incrementando así la selectividad. Por otra parte, también se ha estudiado una posible diana terapéutica alternativa al ADN: la mitocondria. Este orgánulo se encarga tanto de la producción de energía en la célula como de controlar el proceso de muerte celular, y dado que ambas funciones están alteradas en las células cancerígenas, nuevas drogas que puedan actuar a este nivel podrían constituir una alternativa a los agentes antitumorales clásicos.