Importancia de la biodiversidad
El sostenimiento de la vida y el bienestar humano está intrínsecamente relacionado con la biodiversidad de los ecosistemas naturales. En este contexto, los ecosistemas fluviales, como los ríos, son los ecosistemas más amenazados y degradados del planeta con una fuerte pérdida de diversidad biológica (tanto a nivel de especies como a nivel ecosistémico) debido a las actividades humanas derivadas de nuestro sistema económico, productivo, social y educacional; a destacar el cambio climático, uso del suelo, control del caudal y presencia de especies invasoras.
Los ecosistemas acuáticos españoles contienen una de las faunas acuáticas más endémicas del mundo, pero más del 63% de las especies de vertebrados y un 62% de los invertebrados de los ríos españoles presentan un estado de conservación preocupante (Informe Síntesis de EME, 2012).
Esto está provocando una pérdida de las funciones ecológicas que tienen en el ciclo de la vida y de los servicios fundamentales que representan para el bienestar humano, como regulación del clima, seguridad alimentaria, servicios de abastecimiento, de regulación hídrica e incluso culturales y espirituales, entre muchos otros.
¿Es posible arreglar el lío en el que nos hemos metido?
Los cambios de los sistemas naturales (como ocurre en todos los sistemas complejos) son no lineales, lo que significa que es muy difícil de saber, de predecir cuándo los impulsores de los cambios (por ejemplo presiones antrópicas) provocarán el paso del límite o umbral, tipping point, a partir del cual, el sistema, por ejemplo un río, pasa de un estado saludable lleno de funciones y servicios ecosistemicos a uno sin vida. El cambio se produce de forma brusca siendo muy difícil revertir la situación.
Una forma de evitar alcanzar estas zonas umbral es mantener la resiliencia de los ecosistemas fluviales ante los cambios para lo cual es vital conservar su diversidad funcional a través de estrategias eficaces de gestión, de restauración y de conservación.
Es necesario comprender que el sistema socio-económico en que nos basamos es un sub-sistema del sistema ecológico, por lo que debe respetar siempre los límites biofísicos y no puede crecer por encima de su capacidad de carga ((Informe Síntesis de EME, 2012).