Esta semana se publica el número 28 de la colección “Origen, Cuadernos de Atapuerca”, que coordina científicamente el profesor de la Universidad de Burgos Carlos Díez.
Virginia Barciela, profesora en la Universidad de Alicante, es la autora del cuaderno titulado “La moda. Del objeto material al objeto simbólico”, editada por Diario de los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca y en el que también colabora la Fundación Atapuerca, dedicado en esta ocasión al origen de los adornos y la moda.
Desde muy temprano los seres humanos cubrieron sus cuerpos. Y los adornaron. Los tatuajes, los pigmentos corporales y los vestidos nos revelan el concepto que cada pueblo tenía de sí mismo y sirvieron para destacar lo que les diferenciaba, dentro de su mismo grupo y con respecto a otras tribus. De esa forma conocemos el surgimiento del estatus, de las élites y el poder y también si las relaciones con sus vecinos eran amistosas.
Barciela sostiene que el cuerpo se convirtió en el soporte de un lenguaje, las personas se comunicaban por medio de sus vestidos y adornos. Esa comunicación no era solo durante la vida. Los adornos se llevaban a la tumba y los ritos asociados a las sepulturas mostraban la importancia social del difunto o de su linaje familiar. Con la aparición de las clases sociales, los adornos dejaron de hacerse con huesos, dientes o conchas y comenzaron a buscar oro, plata, marfil y piedras preciosas, así como a domesticar el lino para hacer suntuosos vestidos. Aparecen los artesanos y se desarrolla el comercio. Se inaugura así la moda, haciendo que las prendas pierdan su función primordial, cubrir el cuerpo, y pasen a tener contenidos estéticos, económicos, religiosos o políticos. La ostentación de los poderosos se manifiesta en los ropajes y los adornos, buscando con ello mostrar su riqueza y su superioridad.