La novelista y ensayista Ángeles Caso inaugura hoy el Curso de Verano de la UBU “Creadoras, Promotoras, Santas y Musas. Una Mirada Femenina al Arte”, que se celebra del 26 al 30 de julio en Medina de Pomar. En este curso, Ángeles Caso repasará la presencia femenina en la historia del arte, desde las cavernas que acogen las pinturas rupestres del Paleolítico hasta las numerosas e importantes artistas plásticas y visuales del siglo XX.
Nació en Gijón en 1959. Es historiadora del arte, escritora, traductora y comunicadora y autora de novelas como Contra el viento, Premio Planeta 2009 y Premio a la Mejor Novela Extranjera en China 2010. Sus obras están traducidas a 16 idiomas.
Como historiadora del arte –y, en general, del hecho cultural– ha publicado varios títulos fundamentales en la recuperación de la genealogía cultural y artística femenina. Su ensayo Las Olvidadas. Una historia de mujeres creadoras, de 2005, es un referente en su campo en lengua castellana.
Ángeles Caso ha dedicado sus últimos años a trabajar en concreto en la recuperación de las artistas silenciadas por la historiografía. En 2016 vio la luz su ensayo ilustrado Ellas mismas. Autorretratos de pintoras, editado gracias al apoyo de 1.660 mecenas. En 2018 Grandes maestras. Mujeres en el arte occidental. Renacimiento-Siglo XIX, y un año más tarde el libro infantil Pintoras. Mujeres que (se) pintaron muy bien.
En la actualidad dirige además la editorial independiente Libros de la Letra Azul.
Pregunta. ¿En qué aspectos concretos de la creación artística se centrará la conferencia que impartirá en el Curso de Verano de Medina de Pomar?
AC. Haré un repaso a la historia de las mujeres artistas, desde la participación femenina en el arte paleolítico de las cuevas (científicamente constatada), hasta las artistas del siglo XX. Una pequeña contribución a la reconstrucción del relato historiográfico androcéntrico que, poco a poco, se va corrigiendo gracias a la aportación de muchas historiadoras e historiadores y a los cambios que se están produciendo en los museos. Estamos en el momento de iluminar la vida y la obra de numerosas artistas que fueron muy importantes en su momento, pero que han sido olvidadas.
P. ¿El arte y la literatura son complementarios y forman parte de la estética que todos llevamos dentro?
AC. Para mí todos los aspectos de lo creativo componen una unidad que se materializa en medios diversos, simplemente. La necesidad de crear forma parte del ser humano. La de disfrutar y emocionarse con lo creado, también. Artes plásticas, música, artes audiovisuales o literatura parten del mismo impulso.
P. Según su biografía, a los 35 años dio un giro en su vida. ¿Cuál fue el motivo de abandonar la televisión y seguir con su carrera literaria?
AC. Yo abandoné la televisión mucho antes, a los 27. Me preguntan mucho por ese momento de mi vida, y realmente fue muy breve. Mi paso por la televisión duró solo dos años y medio, y de eso hace muchísimo, más de 30 años. Antes y después he hecho otras muchas cosas, afortunadamente para mí.
P. Usted ha afirmado que nunca ha tenido vocación de periodista porque su mentalidad de historiadora le hace “desconfiar de todo”. ¿A qué se debe esa desconfianza? ¿Tiene algo que ver con la posverdad y las fake news?
AC. Como siempre digo, en efecto, yo tengo mentalidad de historiadora, no de periodista. Respeto y admiro muchísimo el trabajo de los periodistas, pero nunca me he sentido una de ellos. Mi problema es que, por mi formación, creo que hace falta que pase mucho tiempo para realmente entender lo que está pasando. Pero esta idea no pretende descalificar el trabajo de los periodistas, sino tan solo explicar por qué yo no me siento cómoda en esa actividad. El periodista necesita creer que conoce la verdad, y muchas veces es así. Pero yo nunca he llegado a creérmelo del todo. Posverdad y fake news son tan solo los nombres que damos ahora a fenómenos que han ocurrido desde el origen de los tiempos. ¿Hay algo más propio de la posverdad, por ejemplo, que la manera como La Ilíada cuenta la guerra de Troya…?
P. ¿Cuál es la novela que más le ha gustado escribir y por qué?
AC. Creo que la primera, Elisabeth de Austria-Hungría o el hada maldita. La escribí con total ingenuidad, y disfruté muchísimo del proceso. A partir de ahí ya había aprendido algunas cosas decepcionantes que tienen que ver con lo que ocurre después. Enfrentarse a la promoción, a las críticas, etc. es algo que a mí siempre me ha amargado el proceso creativo en sí mismo.
P. ¿Cuál es el libro que más ha marcado su vida como lectora?
AC. Es imposible citar uno solo. Soy hija de la lectura de los clásicos. Por suerte para mí, mi padre era catedrático de Literatura en la Universidad de Oviedo, y fue él quien me enseñó a amar las historias, las palabras y el pensamiento. Crecí leyendo a los grandes, desde Homero hasta Virginia Woolf, por dar dos nombres, y espero haber aprendido algo de cada uno de ellos, como escritora y como ser humano.
P. ¿Cree que ser historiadora le facilita mucho la labor de documentación cuando escribe novelas?
AC. Sí, cuando escribo eso que la gente llama “novelas históricas” (no me gusta esa etiqueta, pero es para entendernos). Hay sobre todo determinadas épocas en las que me muevo con soltura, porque he leído mucho sobre ellas. Pero no todas mis novelas transcurren en el pasado.
P. ¿En qué se diferencian los procesos que sigue para escribir una novela y un ensayo?
AC. Por explicarlo de una manera gráfica, creo que activo dos partes diferentes de mi cerebro. Como novelista, invento, sueño, imagino. Es un terreno en el que me siento totalmente libre y, al mismo tiempo, totalmente responsable de esa libertad. Como ensayista, intento moverme dentro de los límites de lo riguroso y no perder nunca de vista esa exigencia. Digamos que en uno utilizo más mis capacidades creativas, y en el otro mis capacidades racionales. Algo así.
P. Como propietaria de la editorial La Letra Azul y feminista convencida, ¿qué piensa del lenguaje inclusivo?
AC. Como casi todo en la vida, las lenguas tienen ideología y responden a las imposiciones y las estructuras del poder, aunque no seamos conscientes de ello. No deja de ser curioso que el Diccionario de la Real Academia, por ejemplo, siga un estricto orden alfabético en todo salvo en lo referente al masculino y el femenino de todos los sustantivos y adjetivos que terminan en -o y en -a. De repente, y sin que nadie nos diga que ahí se produce una excepción a la norma, “niño”, por ejemplo, aparece antes que “niña”. Ni siquiera nos damos cuenta, pero es así, y lo que eso significa es que en la sociedad que ha construido la lengua castellana durante siglos ha predominado lo masculino. El lenguaje inclusivo es una fórmula para visibilizar al género femenino e igualarlo respecto al masculino. Soy partidaria, desde luego. Creo que todas las personas debemos hacer un pequeño esfuerzo para lograrlo. Se trata de cambiar poco a poco fórmulas que hemos heredado sin cuestionárnoslas y que no responden ya al mundo actual.
P. Durante el confinamiento el año pasado se incrementó el número de lectores de libros. A su juicio, ¿cuál es el futuro del libro?
AC. Yo no soy nada optimista. Libros los hay buenos y malos. No me parece importante que la gente lea mucho si la mayor parte de lo que leen es malo. No creo que vivamos un gran momento para la literatura, la verdad. La industria editorial ahora mismo es insostenible. Estamos subidos a un carrusel que va a toda velocidad, hay que publicar mucho, continuamente, rápidamente, y cambiar unos libros por otros en el plazo de 2 o 3 semanas, porque se vuelven “viejos”… Todo eso no tiene nada que ver con la literatura de verdad. Hemos convertido los libros en un objeto de consumo más, igual que las camisetas. Y eso no favorece a la literatura, sino todo lo contrario.
P. ¿Qué consejo daría a los niños y jóvenes que sueñan con dedicarse a la escritura?
AC. Que lean mucho, muchísimo, sin parar. Que lean a los mejores, a los clásicos, a los incuestionables, no al último escritor o escritora de moda (incluida yo misma). Solo así se aprende a escribir, creo.