La Cátedra de Estudios Artísticos del Patrimonio “Alberto C. Ibáñez” de la Universidad de Burgos inauguró oficialmente sus actividades para el curso 2022-2023 con la conferencia de Fernando Quiles, profesor titular de Historia del Arte de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla.
El salón de actos de la Facultad de Humanidades y Educación congregó a una importante representación del alumnado del Grado en Historia y Patrimonio y del Grado en Comunicación Audiovisuales, así como del alumnado de los anteriores cursos de la Cátedra.
Antes de la conferencia se adelantaron las actividades y novedades de este nuevo año académico, entre las que destacan dos cursos monográficos que se celebrarán, entre febrero y mayo, en las sedes de Burgos –Hilos de Ariadna. Arte e identidad femenina- y Aranda de Duero – Arte y Naturaleza. Cada uno de estos monográficos ofrece 4 becas para el alumnado del Grado en Historia y Patrimonio.
Además, se anunció la inminente presentación de la revista de la Cátedra, Sarmental, que se encuentra en impresión, y lo organización en abril de un viaje a Florencia.
El director de la Cátedra, el profesor René Jesús Payo Hernanz, durante su intervención agradeció a la Fundación Círculo, representada por Emilio de Domingo, su patrocinio y apoyo permanente y presentó al ponente invitado, el doctor Fernando Quiles, como uno de los grandes conocedores del barroco andaluz e iberoamericano, como se puso de manifiesto en la conferencia “Signos que calientan paredes. Objetos artísticos y suntuarios de los hogares sevillanos del Barroco”.
Arte barroco como exhibición de prestigio y poder en Sevilla
El profesor Quiles planteó su intervención como el preludio de un libro en el que lleva trabajando mucho tiempo y espera que se publique el próximo año, basado en varias décadas de investigación en el archivo sevillano de protocolos notariales. Sus primeras reflexiones versaron sobre si, realmente, existió un coleccionismo sevillano o si bien se trató de una acumulación de objetos, lienzos, imágenes escultóricas, reposteros, etc. En cualquier caso, lo que resulta evidente fue la existencia de un sentimiento de propiedad que superaba la dimensión artística de las obras al estar dotadas de un sentido “significativo” ligado a la piedad o a las necesidades representativas de la época como exhibición de prestigio y poder.
Entre los poseedores de estas piezas se encontraban miembros del cabildo catedralicio, las élites nobiliarias o funcionarios de la administración de la Corona, especialmente de la Casa de la Contratación con sede en Sevilla. Fueron múltiples las vías por las que lograron atesorar una importante cantidad de piezas artísticas, como las mandas de los cónyuges o las herencias familiares, sin olvidar las importantes adquisiciones efectuadas en las almonedas de sus convecinos que dotaron de una fuerte heterogeneidad a las colecciones reunidas y que parecían satisfacer la necesidad de “llenar” las paredes de los inmuebles sevillanos con un claro sentido de horror vacui. Fueron muchas las estancias amuebladas con estas piezas, empezando por el patio, un ámbito muy vivo y dinámico en la Sevilla barroca, la escalera, presidida por imágenes devocionales, generalmente marianas, los pasillos, tránsitos y puertas, el oratorio o las salas.
Sin duda, el oratorio fue un lugar clave en las principales casas sevillanas, presidido por imágenes de cristos crucificados o de la Virgen y acompañados de lienzos de devoción donde se recogen los sentimientos más íntimos de los propietarios con advocaciones muy populares en la época como la Virgen del Pópulo o de Copacabana. Del vestíbulo a la sala principal fueron muchos los elementos que se exhibían ligados a los respectivos linajes, para demostrar su origen y antigüedad, como los reposteros con las armas familiares o lo árboles genealógicos, pero también los retratos familiares e, incluso, retratos de los reyes de la monarquía Hispánica, como signo de grandeza y de vínculo con ella a través de los cargos ocupados. Especial interés reunían las piezas del estrado, un ámbito esencialmente femenino, donde se exhibían ricos y atractivos elementos decorativos, anaqueles con vajillas, muebles muy cuidados como los escritorios, joyas, etc.
Entre los temas dominantes, además de los de carácter religioso y aquellos ligados a los orígenes familiares o los retratos, destacaban los países (paisajes) y en relación con ellos, los bodegones y pinturas de flores y pájaros que reflejaban el profundo sentido naturalista de la pintura barroca y los gustos exóticos de una ciudad ampliamente vinculada con los territorios americanos. También muy significativas fueron las representaciones de las Sibilas, profetisas de la Antigüedad a quienes se les revelaba el futuro, y también las series de los emperadores romanos.
Para finalizar, el profesor Quiles señaló la prolongación del espacio privado en las fundaciones religiosas, a las que se donaban muchas de estas obras con el fin de que no terminaran en una almoneda, sirviendo, además, de elemento de promoción personal, y también se interrogó por el papel desempeñado por los artistas en estas dinámicas. Todo lo expuesto, le permitió apuntar la existencia de numerosos y complejos talleres que, como el de Zurbarán, se adaptaron perfectamente a la demanda de una Sevilla que, a mediados del Seiscientos, era la puerta de embarque a las tierras americanas y punto de llegada de sus ingentes riquezas, convirtiéndola en una ciudad única e irrepetible.