Esta semana se publica Bipedismo. El primate erguido, un nuevo número de la colección “Origen, Cuadernos de Atapuerca”, escrito por el paleontólogo y profesor de la Universidad de Burgos José Miguel Carretero, que coordina científicamente el también profesor de la UBU Carlos Díez, editado por Diario de los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca y en el que también colabora la Fundación Atapuerca
Nuestra forma de quedarnos parados, de andar o de correr es única en el mundo animal. Ni las aves, ni los canguros ni ningún primate se desplaza como nosotros. La verticalización de todo nuestro cuerpo permitió liberar los brazos y emplearlos en funciones de agarre, manipulación y transporte. Nuestro centro de gravedad se ajustó a nuestros pies y pronto fuimos capaces de correr con un enorme ahorro de energía respecto a nuestros parientes primates. Todo esto se logró hace unos seis millones de años, y a desentrañar cómo ocurrió se dedica un nuevo cuaderno de Atapuerca de la colección Origen, patrocinado por la Fundación Atapuerca.
José Miguel Carretero, profesor de Paleontología en la Universidad de Burgos y consumado especialista en anatomía y evolución humana, repasa los hallazgos africanos de fósiles de homininos, y nos recuerda la excepcionalidad de nuestra marcha, manteniéndonos en equilibrio sobre un pie gran parte del tiempo que caminamos Es tan excepcional que tuvieron que existir poderosas razones para que dicha adaptación se mantuviera en los primeros homininos. Probablemente pudimos alimentarnos más y mejor (hipótesis de la fruta, se denomina), aguantar mejor el calor (hipótesis de termorregulación) y generar lazos sociales más duraderos (hipótesis reproductiva).
Para Carretero, el bipedismo pudo estar ligado a una estrategia para un cuidado más intenso de la prole que permitiera tener más descendencia y menor mortalidad, para lo cual había que practicar una estrategia intensa de aprovisionamiento de comida y defensa de las hembras y de los bebés. Según Carretero, nuestra reducción de pelo y del tamaño de los caninos, la menor diferenciación de tamaño corporal entre machos y hembras y la disponibilidad sexual constante, con ocultación de la ovulación, pudieron surgir en esos momentos como atracción sexual, pegamento social, evitando disputas y fomentando la colaboración entre todos los integrantes del grupo.