La economía social se define como un modelo económico basado en la solidaridad, la participación democrática y la búsqueda del bien común. En este enfoque, las empresas y organizaciones de la economía social priorizan el beneficio social sobre el lucro financiero, reinvierten sus excedentes en la comunidad y promueven la inclusión social y laboral. Estas entidades pueden ser cooperativas, asociaciones, mutualidades o fundaciones, y operan en una amplia gama de sectores, desde la agricultura y la industria hasta los servicios sociales y culturales.
El papel que desarrolla la economía social en el desarrollo rural es crucial, revitalizando y fortaleciendo las comunidades rurales. Las iniciativas de economía social pueden generar empleo local, ofrecer servicios básicos en áreas donde no están disponibles a través de otros medios y fomentar la participación activa de los residentes en la toma de decisiones. Además, al priorizar el desarrollo sostenible y el bienestar de las personas y el entorno, la economía social contribuye a la preservación del patrimonio cultural y natural de las zonas rurales, promoviendo una gestión responsable de los recursos y la diversificación económica. En este sentido, la economía social emerge como un motor clave para combatir la despoblación, impulsar la inclusión social y construir un futuro próspero y equitativo para las comunidades rurales.